El sirolimus, también conocido como rapamicina, es un fármaco de gran potencia con aplicaciones clave en el trasplante de órganos y en otras numerosas áreas médicas. Gracias a su mecanismo de acción —sobre todo la inhibición de la vía mTOR y su impacto sobre el sistema inmunitario—, conocer sus interacciones resulta esencial para garantizar la seguridad del paciente y la eficacia terapéutica. Tanto pacientes como profesionales sanitarios deben extremar la vigilancia ante la posibilidad de interacciones con otros medicamentos, suplementos e incluso algunos alimentos.

El principal punto de interacción se encuentra en el sistema enzimático citocromo P450 3A4 (CYP3A4), la principal vía hepática de metabolismo de multitud de fármacos, incluido el sirolimus. Cualquier sustancia que induzca o inhiba esta enzima puede alterar significativamente los niveles plasmáticos del sirolimus, reduciendo su eficacia o incrementando sus efectos tóxicos.

Por ejemplo, los inhibidores de CYP3A4 —como algunos antifúngicos (cetoconazol, itraconazol o voriconazol), macrólidos (claritromicina, eritromicina) o inhibidores de la proteasa del VIH (ritonavir, cobicistat)— enlentecen la degradación del sirolimus, elevando sus concentraciones sanguíneas y aumentando el riesgo de efectos adversos: inmunodepresión excesiva, toxicidad medular o alteraciones metabólicas. Por el contrario, inductores como antiepilépticos (fenitoína, carbamazepina) o el antibiótico rifampicina aceleran su metabolismo, disminuyen los niveles plasmáticos y pueden comprometer la prevención del rechazo del injerto.

Otro grupo de interés son los inhibidores de la calcineurina (ciclosporina y tacrolimus), frecuentemente usados de forma conjunta con sirolimus en trasplantes. Aunque su combinación potencia la inmunosupresión, también incrementa el riesgo de nefrotoxicidad. Por ello, es menester monitorizar estrechamente la función renal y ajustar las dosis de ambos fármacos. Además, se recomienda que el sirolimus se administre al menos cuatro horas después de la ciclosporina para minimizar efectos secundarios adicionales.

Más allá de los medicamentos de prescripción, ciertos productos herbales y alimentos también intervienen. La toronja y sus zumos inhiben CYP3A4 y pueden aumentar las concentraciones de sirolimus, elevando la toxicidad, por lo que suelen estar contraindicados en estos pacientes. Otro ejemplo es la hierba de San Juan (Hypericum perforatum), un potente inductor de CYP3A4 capaz de reducir de forma drástica los niveles del fármaco y disminuir su eficacia.

Si bien las indicaciones del sirolimus siguen ampliándose, su uso seguro y efectivo depende de un conocimiento riguroso de estas interacciones. Los paciente deben informar a su médico sobre cualquier medicamento, suplemento o hábito alimenticio relevante. La supervisión periódica de niveles plasmáticos de sirolimus y de la función renal es indispensable, especialmente cuando se combina con otras sustancias.